"El juez" de David Dobkin


No es una gran película, pero se deja ver con mucho agrado. Y es que las interpretaciones son espléndidas. Las de todos los actores, pero sobre todo las de los dos protagonistas: Robert Duval y Robert Downey Jr. El primero estaba nominado para el Globo de Oro a mejor actor de reparto. No pudo ser. Está también nominado en la misma categoría para el Óscar. Veremos lo que pasa. Se enfrenta a Edward Norton por "Birdman" y a Ethan Hawke por "Boyhood", por nombrar solo películas que he visto, y todos ellos están maravillosos en sus diferentes papeles. 
Me costaría decidirme por uno de ellos, pero si tuviera que elegir, quizás lo haría por este Robert Duval de 84 años que interpreta a un anciano juez enfermo. El Robert Duval joven, fuerte, templado (lo que más me llamó la atención del personaje fue su serenidad) que descubrí en "El Padrino" y que ahora, más de cuarenta años después, se nos ha convertido en este viejo cascarrabias, enfermo, perplejo de sí mismo, sacando fuerzas y carácter de su propio miedo e inseguridad; el Robert Duval al que vemos venirse abajo y volverse a levantar y volver a sucumbir varias veces a lo largo de las dos horas y veinte minutos que dura la película.
La historia es interesante, pero nada original. Tiene ingredientes para hacer de ella un éxito: la rivalidad, casi aversión, entre un padre y un hijo; el pasado que por momentos se hace presente y exige su parte de protagonismo; una muerte con su parte de intriga que hay que ir desvelando y, como guinda del pastel, su poquito, o no tan poquito, de escenas de juicio. Añádase un poco de amor, alguna relación que se intuye algo truculenta, un hermano, más que discapacitado, peculiar, agítese y saldrá una película decente o un bodrio. 
Esta es más que decente, pero no una obra maestra, ni mucho menos.
Joseph Palmer es juez en una pequeña localidad de Indiana. Su hijo, Hank, es un abogado de éxito con no muchos problemas de conciencia en Chicago (declara con orgullo que todos sus clientes son culpables porque el resto no podría pagarle). Entre ambos hay un conflicto que se remonta a muchos años atrás y que los ha mantenido alejados hasta el punto de que el abuelo no conoce a la familia de su hijo. Vuelven a encontrarse con motivo de la muerte de la madre y entonces todos los rencores, las culpabilidades, las deudas del pasado volverán a surgir. Y no solo entre el padre y el hijo, sino también entre los tres hermanos: Glen, un brillante jugador de baseball que vio frustrada su carrera por un accidente; Dale, un joven que oculta su discapacidad (o peculiaridad) tras una cámara de vídeo con la que va atesorando escenas de todo tipo, y Hank.
Nada explica qué ha podido suceder entre el juez y su hijo para que, a partir de un determinado momento, el padre haya adoptado una actitud de intolerancia y rechazo hacia Hank; nada explica que el cariño y la complicidad entre ambos que muestran las viejas películas familiares se haya convertido en la tensión y el odio, a duras penas contenido, que a cada paso estalla entre ambos personajes. 
La misma noche del entierro el juez se ve envuelto en un accidente y precisará la ayuda de su hijo como abogado. A lo largo de la investigación y del posterior juicio, se van a ir descubriendo muchas de las claves escondidas en el pasado que han llevado a nuestros personajes hasta la situación actual. Iremos descubriendo las causas, más o menos aparentes, más o menos conscientes, del rechazo del juez al que fue su hijo favorito.
Veremos que la extraña benevolencia del juez con un delincuente hace más de veinte años fue la consecuencia del amor del juez por su hijo y, a la vez la causa (aunque no la única) de su futura aversión. 
Sí, a lo largo de la película se pueden percibir (no tanto entender) las extrañas relaciones que se establecen en la mente de las personas y que las pueden llevar a amar o a odiar, a determinar el futuro propio y de los demás, a hacer que la vida de los que les rodean discurra por unos caminos y no por otros que, quizás, habrían sido más adecuados.
El papel de Hank Palmer lo interpreta Robert Downey Jr de manera magnífica. No entiendo como no ha aparecido, al menos como nominado, en los Globos de Oro y en los Óscar. El actor da cuerpo y entidad a un personaje complejo al que consigue hacer sumamente creíble. Durante los primeros minutos, es la viva imagen del abogado caro y prepotente; del padre cariñoso, pero con frecuencia ausente; del marido indiferente, quizás por aburrido, tal vez por traicionado. Durante el resto de la película, toda la seguridad y la pericia del abogado, alterna con la perplejidad del hijo herido  que no acaba de entender tanta desafección por parte de su padre; del hermano sorprendido ante las acusaciones de huida de la situación familiar, difícil para todos.
En resumen, una película agradable de ver, con algún punto interesante en un guión correcto, bien hecha, con una buena fotografía, pero sobre todo con una soberbia interpretación.
Óscar a los que está nominada la película:
    Mejor actor de reparto       Robert Duval

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