"Dispara, yo ya estoy muerto" Julia Navarro

Hace ya unos meses que leí esta novela, pero las recientes elecciones en Israel, así como algunos otros hechos y reflexiones que no viene al caso mencionar, han hecho que sea ahora cuando he sentido la necesidad o las ganas de escribir sobre ella.
Julia Navarro es una autora a la que siempre juro no volver a leer, pero, también siempre, acabo cayendo en la tentación de creer a quién de nuevo me recomienda otra de sus novelas (siempre la misma persona). Ya me he resignado y reconciliado con la idea de que estoy condenada a tragarme todas sus sobredimensionadas historias. 
Y por qué, se preguntarán algunos. Pues porque siempre resulta entretenida (para mí, es lectura de verano) y siempre pienso que igual es en esta novela (la de turno, la que sea) en la que por fin ha dado con la clave de la buena escritura y, por fin me va a satisfacer, además de entretener. 


En honor a la verdad, tengo que reconocer que el tema de "Dispara, yo ya estoy muerto" es interesante hasta la fascinación; que la autora se ha documentado muy bien (tampoco aporta nada original, nada que no se pueda sacar de las hemerotecas y los manuales de historia contemporánea, pero lo ha hecho a conciencia) y, en resumen, quién desee comprender muchas de las claves que han llevado al conflicto árabe-israelí al punto exacto en que se encuentra hoy; quién quiera conocer cómo ha ido desarrollándose la historia de la colonización, primero, y de la partición, dolorosa pero tal vez necesaria, después, y todo ello a la manera amena de una novela, no encontrará mejor recurso que este libro.
La historia comienza a finales del siglo XIX, y trata de las vicisitudes de dos familias, una judía y otra palestina. El recurso narrativo, sin ser excesivamente original, resulta curioso: la narración sobre la familia judía la va obteniendo una cooperante de una ONG al entrevistar a Ezequiel Zucker para realizar un informe. La otra parte, la que atañe a la familia palestina, se la va contando ella misma a Ezequiel tras haber entrevistado previamente a miembros de dicha familia árabe. A la vez que Ezequiel cuenta su parte, se va enterando de la visión de los otros por boca de la cooperante y va comprendiendo mejor muchas cosas.
Así, se nos va introduciendo en la historia de los pogromos y las persecuciones a los judíos en tierras rusas y polacas desde el siglo XIX; vamos asistiendo a la vida de los palestinos, los que vivían en aquel secarral que era Palestina, porque los miembros pudientes de la comunidad habían abandonado la zona y se habían instalado en lugares más benignos como Egipto o en Constantinopla, al amparo de la Sublime Puerta a cuyo imperio pertenecían (y, por cierto, les vendían sus propiedades a los judíos que iban llegando); presenciamos la convivencia pacífica (y nos preguntamos impotentes por qué se tuvo que frustrar) entre judíos y musulmanes que pensaban que debían estar unidos contra sus verdaderos enemigos: los cristianos representados por las potencias occidentales; vemos cómo éstas, representadas sobre todo por Inglaterra y Francia, se valen de ellos (con promesas de independencia) para derrotar al imperio otomano durante la Gran Guerra y después los traicionan repartiéndose toda la zona entre ambas; y una vez más se nos recuerda que de muchos de los males que aquejan a determinados países del mundo la mayor responsabilidad es de un sistema colonialista nefasto y de una aún más nefasta descolonización.
Contemplamos apesadumbrados como se van sembrando las semillas de la discordia y la desconfianza entre vecinos y amigos hasta conseguir que se separen y que, solo unos pocos años después, ni siquiera en el recuerdo perduren el cariño y la camaradería porque si no estás conmigo y con los míos, estás contra los míos y contra mi y de nada sirve haber luchado juntos y padecido las inclemencias del clima y la tierra para hacer que el terreno florezca y se puedan cultivar los huertos. Cuando estallan los conflictos, cada uno tiene que buscar su sitio y lo busca con los suyos por mucho que se esté en contra de la guerra y de los enfrentamientos.
Se nos muestran los tratados y acuerdos que se fueron tomando por parte de la Sociedad de Naciones primero, y de las Naciones Unidas después, para resolver las dificultades surgidas cuando los ingleses abandonaron a su suerte al Protectorado con más problemas creados que soluciones aplicadas; pasamos por el terrible genocidio sufrido por los judíos durante la Segunda Guerra Mundial que incrementó la emigración a Palestina (en la comprensible creencia de que sólo con una tierra propia podían asegurarse de que nunca les volvería a suceder nada igual) hasta hacerla intolerable, por excesiva, a todos los habitantes de la zona y no solo a los palestinos árabes.
Por lo contado hasta aquí, deducimos que, cómo ya se ha dicho, la historia es interesante y yo, particularmente, me he enterado de cosas que ignoraba, pero...
Pues el pero es que la autora no sabe escribir. Quizás a lo que hace se le pueda llamar redactar, pero, desde luego, no escribir. Se ha dicho, lo dicen algunos escritores, que un libro no acaba de escribirse hasta que no pasa por las manos del lector y éste aporta su visión particular, remata detalles en blanco, imagina episodios incontados, dota a los personajes de su propia perspectiva. Pero con esta autora, nada de eso es posible, nada queda a la imaginación del lector, éste no puede aportar nada que no se le haya explicado y desmenuzado hasta la saciedad. Podría decirse que los libros salen de la mano de esta escritora perfectamente acabados, nadie puede meter baza entre sus peripecias, el lector es un simple objeto más de la narración del que lo único que se espera es que lea... y calle. 
La autora se empeña en explicar continuamente los detalles más nimios, de manera que una novela que no debió pasar de las cuatrocientas o quinientas páginas, alcanza casi el millar, y es que explicar continuamente quién es quién, por qué siente lo que siente y actúa como actúa, no es un buen ejercicio de literatura, no aporta nada a la trama que se pretende narrar, antes bien, supone un lastre que chirría en cada página, resta emoción y profundidad a los hechos, priva de autonomía a los personajes que acaban siendo planos y mal perfilados y hace que el lector termine la novela preguntándose como se puede estropear un libro que pretende contar una historia tan interesante; cómo se puede caer, tras tantas y tan extensas novelas, en el error de principiante de querer contarlo todo, que no se escape ni un dato sin explicar, ni una pincelada sin matizar. 
Julia Navarro

Y no voy a contar el final que no por inesperado es bueno. Y es que tiene sorpresa, una sorpresa que sobra, que no añade nada positivo para lectores mínimamente exigentes; una sorpresa de las que se utilizan para deslumbrar al lector y así impedirle ver que está ante una novela no mucho más que mediocre; una novela que debió dejarle sentir más, ignorar más, imaginar más y ser un poco más sujeto activo y no mero espectador de una trama que corre paralela a él, impidiéndole interactuar con ella de una manera persistente hasta la frustración.

Comentarios

  1. Comparto completamente tu opinión. El tema es muy interesante, el libro puede resultar entretenido, incluso didáctico, pero literariamente hablando deja mucho que desear. La autora da tantos detalles innecesarios que en ocasiones da la sensación que es un libro escrito "para tontos".

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  2. Pues hemos tenido la misma sensación al leerlo. Es una autora que levanta unas pasiones que nunca he entendido.
    Un beso y feliz año.

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  3. Me ha pasado lo mismo. Soy una devoradora de libros, no paro hasta llegar al final. Llevo meses tratando de terminar este libro. Es denso, repetitivo, aburrido en ciertos momentos. En f8n, una pena, porque he leído otros libros de Julia Navarro que me han atrapado desde el primer capítulo.

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    1. Te confieso que a mí todas las novelas de esta autora me resultan muy repetitivas y creo que insiste innecesariamente en aspectos que con mencionarlos una vez vale. Es una autora que aun con temas interesantes no sabe narrar desde mi punto de vista.

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  4. Ostras, una reseña muy ácida…y subjetiva. A mi personalmente el libro me ha gustado, no me parece la quintaesencia de la literatura y sí que creo que se le puede hacer un comentario crítico, por supuesto… Pero siempre me da un poco de vergüenza ajena cuando se intuye rabieta entre líneas, siempre me pregunto si no serán posos de frustración personal. Porque si la crítica la hace Sartre pues bueno, pero es que hoy en día todo el mundo es de Tolosa

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    1. Rabieta? ¿Frustración? No soy escritora ni jamás he tenido ganas de serlo. . No siento ninguna rabia ni frustración ante la autora ni ante la novela. Sí ante el hecho de que una historia que trata un tema tan interesante lo haga de una forma que me interesa tan poco.
      Mi opinión sobre la novela es subjetiva, por supuesto. Todas lo son. Una opinión objetiva no es opinión sino hecho incontestable.
      Otra opinión es que hacer comentarios refugiándose tras un anónimo es, cuando menos, poco elegante.
      Un saludo.

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